María Brusco López - 15

Presentamos a la ganadora de los Juegos Florales San Juan de Barranco, en la Categoría Cuento.

Nombre: María Brusco López
Categoría: Cuento
Título: 15
Grado: 4° de secundaria



15


Un viaje es diferente a una travesía. Es lo que aprendí al ver una película. No recuerdo cuál. Un viaje es algo rápido y quizás, violento. Una travesía es un viaje del que no se sabe si se retornará.

Mi madre me dijo que iba a hacer una fiesta en mi cumpleaños. No me gustan las fiestas. Disfruto más estar en casa coloreando algo o estando en internet. Pero la fiesta se iba a dar.

Mi mamá lucía cansada pero emocionada a la vez. Yo solo estaba con ella. Siempre fue una mujer fuerte con sus hijos y en su hogar también. Ella era la más emocionada, parecía que ella se lo celebraría. Yo no quería ninguna fiesta, pero ella me dijo que era un día importante. No comprendía la importancia de mi cumpleaños.

Semanas antes yo estaba en el liceo, o colegio como se dice acá. Me divertía en los ratos libres, jugando con una amiga o en mi casa disfrutando de mi hogar.

No sabía qué pasaba en realidad, hubo mucha confusión por ese día. Todos gritaban y estaban nerviosos. Pero yo estaba tranquila, o normal.

Pusieron lo de siempre: comida, bebidas y pocos invitados: mamá, papá y unos familiares. Mi madre siempre estaba allí ordenando las cosas, mandando, dirigiendo. Y claro, hablando golpeado o fuerte.

Me quiso vestir de blanco, pero yo no quise. Me hizo caso. Yo no sabia si estar feliz o emocionada o apenada. Solamente sabia que se iba a celebrarme.

Todo pasó tan rápido que casi ni recuerdo cuanto duró o si aun estoy allí. El calor y la vegetación estuvieron siempre de mi lado, las tardes de felicidad, de juegos, de amor y cariño. No sé si aún sigo allí o si ya salí.



Mama me pidió que empaque las cosas. Yo no sabia qué hacer. Mete lo que puedas en este bolso me repetía de manera constante. Y yo distraída. Igual salimos de casa. Grande y blanca casa, llena de sol y verde césped. El perro ladraba, mucho mas que nunca. Creo que no me acerqué a el a darle la caricia de siempre.

Fueron muchos días que estuvimos en un solitario y distante sitio. Muchas ciudades y rostros nuevos pasaban como en una película antigua, esas de blanco y negro. Formas distintas de hablar, de pedir las cosas, de nombrar las cosas. Paisa. Hermano. Plátano. Mango. No entiendo las cosas, pero sí recuerdo el paisaje. Ya no estaba en casa. Había salido sin que aún me diera cuenta.

El calor es el mismo pero mi rostro está pegajoso. Sigo sin entender lo que se dice alrededor. Solo veo a mi mamá al lado. Siempre está al lado.

Lima es una ciudad grande, enorme. Pocas veces estuve en una ciudad así con tanto ruido, gente, tanta neblina.

El mototaxi es algo salido de un cuento mágico, raro, distinto: no es una moto ni un carro, es algo de dibujos animados. Me subo a él y ruego no morir. No manejan con cuidado. Rezo por salir viva de allí.

Del campo verde a la ciudad del mar y del desierto. Jamás en mi vida esperé tener al frente tanta comida, creo que la sopa de piedras la encontraré acá alguna vez, pues de todo hacen un plato delicioso.

La ciudad de los reyes sin reyes, el imperio sin Incas, los españoles sin españoles. Tantas historias he escuchado. Por tantas iglesias he paseado, por largas y antiguas calles, y tantos monumentos de héroes, de personas que no conozco y no puedo recordar. Muchos cuentos casi mágicos. Como en una travesía.

El frío es de correrse. Al calor de morirse. Y no hay lluvia. El mundo al revés.



Ellos aparecen de repente, como en un acto de magia, aún no sé si duermo o estoy despierta. La mitad de mi familia se ve a lo lejos, con los brazos abiertos y con la sonrisa dibujada en sus rostros. Están alegres, nerviosos, ansiosos por comernos a besos y no dejarnos salir de sus brazos. Una emoción rara me envuelve, algo que no sentí jamás. No se si es alegría o tristeza, solo sé que estoy con ellos. Y ella conmigo.

El camino se hace más largo aún y la noche está llena de luces y de casas de todo tipo, muchos carros, mucho ruido, tanto que me deja sorda y no puedo escuchar lo que me dicen. Solo sonrío.

Como una hamburguesa y una soda o gaseosa. La más deliciosa en mucho tiempo porque estoy con todos los míos. No paro de reír. De felicidad, eso era, sentía felicidad en estar al lado de ellos luego de mucho tiempo.

Siento mucho cansancio, siempre lo he sentido. Pero lo siento más que nunca antes. Todos ríen y no oigo lo que dicen, sólo veo los rostros de alegría, de nostalgia, de dicha.

Aún me despierto en las noches tratando de recordar todo lo que pasó hace un poco menos de un año, las imágenes son pocas. No creo estar perdiendo la memoria.

De repente, mi otro cumpleaños: de noche, con los míos, tan cerca y tan lejos de ellos a la vez. No hay mesas adornadas, ni manteles decorados, no hay tanto color blanco pero si hay mucho amor y emoción por otro año más. Un día especial, como hace un año. Pero en un sitio difícil y diferente.

El colegio es distinto, las tareas son otras, las formas de entender las cosas son otras.

Alguna vez escuché unos poemas de César Vallejo y me puse triste. Pero me explicaron que Vallejo es esperanza, no es tristeza. Y eso me identifica.

Me piden que escriba un cuento y el desorden de mi cabeza hizo que escriba las líneas de arriba. Y ya debo terminarlo.


No es un viaje, es una travesía, pues aún estoy en este barco llamado destino y no sé cuando volveré a sentir esa emoción de mis siguientes 15 años.

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